El Instituto «José de Ribera» y la Escuela de Formación Profesional de Xàtiva
Cincuenta años cumple el Instituto de «Xàtiva». Bodas de oro de «mi» Instituto José de Ribera. Permitidme le llame «mi» Instituto, pues si éste cumple ahora sus bodas de oro, yo casi cumplí en él mis bodas de plata, ya que permanecí como catedrático y director del mismo cerca de 25 años. Durante esta etapa se construyó el magnífico edificio que actualmente ocupa e incluso, a propuesta unánime de su Claustro, se le impuso el nombre de «José de Ribera» que actualmente ostenta. Aunque con anterioridad llevó el nombre de «Simarro», a la sazón no tenía nombre alguno. Creo que con razón puedo considerarle «mi» instituto esté o no esté en él.
Vine a Xàtiva en el curso 1944-45. Pude haber venido dos años antes, pero las ilusiones de un joven catedrático de 27 años, me llevaron a solicitar una plaza en capital de provincia, Málaga; pero parece que la Divina Providencia tenía dispuesto pasara la mayor parte de mi vida académica en Xàtiva: una grave dolencia de estómago me llevó a solicitar esta ciudad, de la que sólo conocía la estación de ferrocarril, para poder estar más cerca de mi familia.
Cuando conocí Xàtiva quedé subyugado por los encantos de la ciudad, por la amabilidad y cultura de sus gentes, por su castillo, sus fuentes, su paisaje… Por ello, cuando contraje matrimonio, quise fijar mi residencia en Xàtiva, en la señorial calle de Moncada, donde nacieron mis tres hijos, los cuales se sienten muy orgullosos de ser «socarrats». Más aún: poseo una casa en Xàtiva de la que no quiero desprenderme por que mis hijos o yo ¿quién sabe?, podemos volver algún día. Si pedí traslado a Valencia fue forzosa decisión que hube de tomar a causa de los estudios de mis hijos.
Con todo lo anteriormente expuesto creo haber demostrado mi gran amor a esta gran señora que es Xàtiva, toda atractivos, sin nada que repela o desagrade, que, como las sirenas de la Odisea, atrae a los que navegan cerca de ella, hasta el punto de no poder separarse de ella jamás.
Quería hacer una breve introducción y, sin querer, me he extendido demasiado. «De la abundancia del corazón habla la lengua», dicen las Sagradas Escrituras. No quiero hablar más de Xàtiva, pues seguramente en este libro algún poeta (para hablar de ella hay que serlo) lo hará con mayor galanura y justeza que yo.
Tampoco voy a hablar de «mi» Instituto, pues sé que está escribiendo su historia un ex alumno mío, que ha sido también su director, don Agustín Ventura Conejero. De lo que quiero hablar (ya parece que por fin voy a hacerlo) es del Instituto y su relación paterno-filial con la Escuela de Formación Profesional. Así reza el título y así me fue sugerido por otro ex alumno mío, actual catedrático de Historia y director del Instituto, cuando coincidimos recientemente en la celebración de las bodas de plata de una promoción de alumnos, celebrada con toda magnificencia. En la cual, tras la celebración de una misa, celebrada por un padre claretiano, alumno de dicha promoción, en acción de gracias por no haber fallecido ninguno de ellos y en sufragio por los profesores fallecidos, que eran varios, se celebró una comida, y en la amena sobremesa le conté al actual director algunas anécdotas y hechos sobre la fundación de la Escuela de Formación Profesional, y él me animó a redactarlas y hacerlas públicas en este libro para que quedase constancia de cómo la escuela puede considerarse como hija, ya emancipada, del Instituto.
Corría el curso 1944-45. Una mañana, un alguacil me trajo un escrito del Ministerio de Educación y Ciencia concediendo una subvención. El oficio llevaba fecha del 2 de octubre de 1943 y, no habiéndose justificado dicha subvención, no podía cobrarse. El alcalde, a la sazón, don Rafael Lluch, me lo remitió pensando que era para el Instituto, ya que venía del Ministerio de Educación Nacional e iba dirigido al presidente del Patronato Local de Formación Profesional de Játiva, organismo inexistente en la ciudad. Hicimos indagaciones y averiguamos el origen de dicho escrito: durante unas convivencias para hombres en Xàtiva y como fruto material de las mismas, para beneficio de todos los setabenses, surgió la idea de crear en Xàtiva una Escuela de Formación Profesional, aprovechando la feliz coincidencia de que un ilustre paisano, don José Antonio Maravall Casesnoves, padre del actual ministro de Educación, era el jefe de la Sección de Formación Profesional del Ministerio. El señor Maravall, en quien Xàtiva ha tenido siempre un extraordinario valedor, ya que desde su puesto de jefe de una Sección del Ministerio, como después en su cátedra universitaria, no sólo alentó la idea, sino que además allanó cuantas dificultades surgieron para la construcción de los edificios de la Escuela y el Instituto; el señor Maravall, repito (perdonad el obligado inciso), acogió de buen grado la creación de la Escuela de Formación Profesional y pasó el informe al señor ministro.
En estos trámites pasó algún tiempo, por lo cual nadie se acordaba ya de la petición y pasó inadvertida la publicación en el «Boletín Oficial» de la creación de dicho Patronato y de la Escuela Elemental de trabajo (tal era entonces su denominación), cuyo ámbito alcanzaba los distritos de Xàtiva y Albaida. El oficio de la subvención nos hizo descubrir la existencia, sólo en el papel, de tan agradable realidad.
El patronato había sido creado por Orden Ministerial de 21 de mayo de 1943.
El primer problema era legalizar la situación, redactar unos Estatutos y enviarlos para su aprobación al Ministerio, todo ello con urgencia para no perder la subvención concedida que ascendía a la suma de 15.000 pesetas, más otras pequeñas subvenciones que llegaron más tarde. Para todo ello se constituyó (sobre el papel) una Comisión Gestora que redactó las correspondientes actas y que era presidida por el delegado local de sindicatos y contando entre sus miembros gran parte de las personas que luego formarían la primera Junta Local de Formación Profesional. Esta última tomó como primer acuerdo autorizar al que suscribe a personarse en Hacienda para recoger las cantidades concedidas.
El segundo problema, y éste de mayor envergadura, fue la ubicación de la Escuela Elemental de Trabajo. Alquilar un edificio suficientemente grande para instalar las aulas, talleres y dependencias diversas, resultó imposible. Construir un nuevo edificio era más difícil todavía, no sólo por la falta de tiempo, sino también por la falta de fondos, pues sólo se contaba con las subvenciones del Ministerio. Este no concedía subvenciones para la construcción de edificios, recayendo este gasto sobre el Patronato (después explicaré el régimen económico de los patronatos, a la sazón organismos autónomos). Al final se pensó que la única solución posible era impartir las clases teóricas en el propio Instituto y habilitar para talleres los solares de la antigua iglesia de Santa Tecla, cuyos muros aún se conservaban pero sin techumbre. Dichos solares estaban adosados al palacio del Arzobispo Mayoral, denominada posteriormente Casa de la Enseñanza, sede en esta época del Instituto de Enseñanza Media. Dichos terrenos servían de trasteros y en ellos había instalado unos gallineros el conserje del Instituto. Se pensó en utilizar el dinero de la subvención para reponer la techumbre, instalar algunos bancos con tornillos para talleres de metal, una fragua para cerrajería y un pequeño taller de madera. Previendo que con el dinero de la subvención no habría bastante, el presidente, señor Molina, dijo que él completaría lo que faltara y que después ya se le resarciría, cuando los ingresos del Patronato se normalizaran. El trámite formal de solicitar permiso a la dirección y claustro del Instituto fue rápidamente realizado y el permiso concedido. A los pocos días comenzaron las obras y en pocas semanas estaban los talleres en posibilidad de funcionamiento.
El tercer problema, tampoco pequeño, era el del profesorado. De acuerdo con las previsiones se necesitaban tres maestros de taller y varios profesores de clases teóricas, que por exigencias del Ministerio tenían que ser licenciados, doctores, arquitectos, ingenieros o peritos y que, de acuerdo con los ingresos previsibles, iban a cobrar la «ingente» suma de 2.500 pesetas anuales. El señor Molina manifestó que los maestros de taller podrían ser operarios de su industria, que darían sus clases de 7 a 10 de la noche. Así fueron nombrados para carpintería el señor Santonja, para ajuste el señor Bataller y el señor Ángel Hernández, para forja.
Para encontrar profesor de clases teóricas se me encomendó a mí, pues sólo en el Instituto podrían encontrarse titulaciones idóneas. Reunido el claustro de profesores les manifesté que, además de las modificaciones que sufriría el edificio, íbamos a tener las molestias naturales derivadas del aumento de alumnos, que no eran propiamente de bachillerato, y la necesidad de unos profesores dispuestos a dar clases por una remuneración tan exigua. Por unanimidad se aceptaron las propuestas y se asumieron las molestias, comprendiendo que de no ser así no habría Escuela de Formación Profesional en Xàtiva. Habría que sacrificarse un poco por ella y por su cultura. Allí mismo se hizo la propuesta del profesorado de clases teóricas. Salvo los maestros de taller ya citados, solicitado al Arzobispado el profesor de religión y a la delegación de Juventudes el profesor de educación física y formación del espíritu nacional, fue el Instituto el que completó el claustro de profesores de la escuela, que quedó constituido del siguiente modo:
Don José P. Guerri Núñez, profesor de Seguridad e Higiene y director.
Don Miguel Morro Ramírez, profesor de Física y Química y secretario.
Don Andrés Guiteras Soto, profesor de Matemáticas.
Don Luís Martínez Pujalte, profesor de Redacción.
Don Antonio Latorre, profesor de Dibujo Industrial.
Don Andrés Primo García, profesor de Religión.
Todos ellos del Instituto.
Don Ángel Hernández Burgos, encargado Taller Forja.
Don Jaime Santonja Calabuig, encargado Taller Carpintería.
Don Francisco Bataller Llopis, encargado Taller Ajuste.
Don Eduardo Sanchis Suñer, encargado Taller Torno.
Por fin, con fecha 11 de enero de 1946, el Ministerio aprobó la Carta Fundacional del Patronato Local de Formación Profesional.
De acuerdo con la misma se solicitó de los señores gobernador, presidente de la Diputación, rector de la Universidad, director de la Escuela y delegado de Sindicatos, elevaran propuestas de los vocales que habían de formar parte de la Junta para remitirla al Ministerio de Educación.
Con fecha 17 de septiembre de 1947, el Ministerio aprobó el nombramiento de los vocales de la Junta de Formación Profesional de Játiva, que quedó constituida de la siguiente forma:
Don Antonio Grau Penadés, por la Diputación de Valencia.
Don Agustín Pastor Tormo, por los ayuntamientos de distrito.
Don José P. Guerri Núñez, por los centros docentes oficiales.
Don José García Buades, por el Ayuntamiento de Játiva.
Don Gregorio Molina Ribera, por la industria papelera.
Don Jaime Lloret Ezquerdo, por la industria textil.
Don Manuel Casesnoves Soler, por la industria química.
Don Luís Martínez Pujalte, por el Claustro de Profesores.
De esta junta fueron elegidos y luego confirmados por el Ministerio, presidente, don Gregorio Molina Ribera; vicepresidente, don José P. Guerri Núñez; secretario, don José García Buades, y tesorero, don Jaime Lloret Ezquerdo, que de hecho ya venían actuando como tales desde hacía tiempo.
Posteriormente se pidió fuese ampliada la Junta con el señor Abad y el delegado local de Sindicatos, pero el Ministerio rechazó dichas propuestas.
Con fecha 19 de febrero de 1947 se envió el primer presupuesto al Ministerio, que ascendía a un total de 51.600 pesetas anuales, el cual fue aprobado por la Dirección General el 16 de junio de 1947.
Nuevos problemas surgieron poco después. El alumnado del Instituto y de la Escuela tuvo un rápido ascenso y era materialmente imposible ubicar a todos en el mismo local. Había un proyecto de construcción de un nuevo Instituto; el Ayuntamiento había cedido los solares, pero, a buen seguro, la situación económica del Ministerio no era boyante. Buenas palabras, muchas promesas, pero nada efectivo.
El señor Molina se dio cuenta de la realidad e intentó resolverlo. Solicitó audiencia al señor Ruiz Jiménez (entonces era ministro de Educación), al que conocía personalmente desde su viaje a Roma con los obreros de su industria en la época en que Ruiz Jiménez era embajador de España ante el Vaticano. Concedida la entrevista, asistimos a ella el señor Molina, como presidente del Patronato de Formación Profesional y yo, como director de la Escuela. La entrevista fue muy cordial, pero no se nos daba la fecha exacta para el inicio de las obras. Preguntó el señor Molina la causa de la dilación y nos indicaron que el presupuesto del año en curso dedicado a estos menesteres estaba agotado y que para el próximo «se vería». El señor Molina, en un arranque de generosidad, muy de los suyos, pidió autorización para comenzar las obras a su cargo y, cuando se aprobara el presupuesto del año entrante, ya se le resarciría. El señor ministro, picado en su amor propio, llamó al jefe de la sección correspondiente, le indicó la urgencia de las obras por haber dos centros en el mismo local, y ordenó destinasen el remanente del presupuesto para el Instituto de Játiva y, si fuera preciso, se disminuyera el presupuesto de otros centros en construcción. Aquel mismo año comenzaron las obras.
Dispensadme que os haya contado esta anécdota del señor Molina, inédita como muchas de las cosas que aquí narro, no sólo como testimonio de la generosidad de aquel sin par patricio setabense (de adopción pues era nacido en Bañeres), sino también porque ella fue el arranque de la separación de los edificios de ambos centros y del aumento vertiginoso del alumnado de ambos. La Escuela quedó ubicada en la Casa de la Enseñanza. Ubicación también provisional, pues, poco tiempo después era insuficiente para albergar a todo su alumnado.
Se formuló un proyecto para la construcción de una escuela de nueva planta en locales cedidos por el Ayuntamiento, casi frente al nuevo Instituto. Otra vez promesas sin realizaciones. Se aprovechó el nombramiento como director general de Enseñanza Laboral del catedrático de Instituto de Madrid y gran valenciano don Vicente Aleixandre, se le hizo venir a Xàtiva y alegando que el edificio ni era capaz, ni reunía condiciones y, además presentaba algunas grietas, se logró del director general que aprobara el proyecto y se diera inicio a las obras.
Resultado final de estos trabajos, desvelos y gestiones son los dos actuales edificios, uno frente a otro, hermanados en su origen, en su tarea y en su ubicación.
Para completar la visión de la Escuela de aquellos tiempos es precisa una breve referencia a su régimen económico. El Patronato Local de Formación Profesional, organismo autónomo, se nutría de subvenciones voluntarias de la industria y de corporaciones tales como ayuntamientos, Diputación, etc.; con las subvenciones variables en número y cuantía que remitía el Ministerio; y, sobre todo, con los diez céntimos que por habitante abonaban los ayuntamientos de la zona asignada al Patronato, en este caso, los de los distritos de Albaida y Xàtiva. Ello explica la diferencia en recursos de las distintas escuelas, fuertes en zonas superpobladas, industriales o capitales de provincia, débiles en otras y casi inexistentes en muchas. Ello explica también las reticencias de los patronatos ya constituidos hacia la creación de nuevas escuelas, pues, segregando distritos y ayuntamientos perdían subvenciones.
Famosas por sus medios, instalaciones y remuneración de su profesorado, fueron las escuelas de Cataluña y el País Vasco, e incluso la de Valencia, cuyo edificio ocupa actualmente la Escuela de Ingenieros Técnicos Industriales y el Politécnico de Formación Profesional.
La Escuela Elemental de Trabajo de Játiva, al principio pobre en recursos, pero rica en ilusiones, al aumentar su alumnado tuvo necesidad de nuevos profesores, nombrándose algunos de ellos ajenos ya a la fábrica del señor Molina y al Instituto, aunque conservando todavía la mayoría del profesorado de éste. En el año 1956, con el fin de unificar todas las escuelas de España, el Ministerio procedió a disolver los patronatos locales de Formación Profesional, pasando las escuelas a depender directamente del Ministerio, unificando y dignificando las retribuciones de su profesorado y sacando las plazas a oposición.
Ello hizo que se diversificara paulatinamente el profesorado del Instituto y de la Escuela, aunque tanto el director como el secretario del Instituto, señores Guerra y Morro, respectivamente, previas oposiciones al nuevo cuerpo, siguieron ocupando sus puestos como profesores numerarios en escalafones distintos y desempeñando los mismos cargos en la Escuela. La emancipación no fue brusca y traumática, sino gradual. Las oposiciones, traslados y jubilaciones de los profesores del Instituto fueron mermando la presencia de profesores de éste en la Escuela. En la actualidad creo que sólo el señor Sanchis Pardo simultanea ambos destinos.
A lo expuesto, hay que añadir las nuevas especialidades implantadas en la Escuela, como las ramas administrativa, automoción y electricidad, especialidad esta última que llevó a la Escuela a quien fue su segundo director, el señor Nácher.
Como muestra del entusiasmo desplegado, tanto por el Patronato de la Escuela como por su profesorado y, ¡cómo no!, por los alumnos, hay que citar los muchos premios obtenidos en concursos provinciales, nacionales y, en especial, el obtenido en competición internacional en Bruselas por el alumno de Xàtiva, don Enrique Pérez Llorca, que recibió el trofeo en el Palacio del Pardo, entregado por el jefe del Estado, en una audiencia a la que asistieron los alumnos galardonados en competiciones internacionales y los respectivos directores de las escuelas.
Muchas más anécdotas pudiera relatar, pero creo que con lo dicho queda ya testimonio escrito de algo que ya es historia, historia setabense, de la vinculación de la Escuela y el Instituto, del “saber hacer” de algunos próceres setabenses y del amor del pueblo setabense por la cultura. Los hombres pasan, las obras quedan. De las segundas quieren ser estas líneas testimonio; para los primeros, testimonio, añoranza y gratitud entrañable “ex toto corde”.
José Pascual Guerri Núñez
Catedrático de Filosofía, director del Instituto José de Ribera 1944-1966 y director de la Escuela de Formación Profesional de 1946 a 1959, 1960-1961, 1962-1963 y de 1966 a 1969
Transcrito íntegramente, con autorización expresa de su autor en diciembre de 1996, del «Llibre del Cinquantenari del Institut Josep de Ribera de Xàtiva 1983-1984»
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Yo aun soy familia del que fue un gran y muy famoso Don Gregorio Molina Ribera en JATIVA.,yo hijo de Bañeres ,llamado José Belda Ferrero, su madre hermana de la madre de mi abuelo materno, llamado Vicente Ferrero Ribera,.y tengo 81 años ,Y vivo en San Juan de Alicante.Yo conoci el Sr Molina Ribera.en persona..ERA UN FUERA DE SERIE…
¡Gracias por su participación y reciba un cordial saludo desde este Centro Integrado Público de Formación Profesional de Xàtiva!
Genial recordatorio de lo que fueron los inicios de la Formación Profesional en Xàtiva, que supongo que serían semejantes a los inicios de la FP en muchas otras ciudades y pueblos de España en aquellos tiempos de los años 50. Ahora todo ha cambiado y realmente el cambio ha sido radical: por ejemplo con la llegada de internet podemos tener todos los programas de formación Profesional en España a un sólo clic, con todos los IES e Institutos Privados que imparten la formación y todos los Ciclos para consultarlos sin mayor problema, ya sea en la Comunidad Valenciana o en cualquier otra: http://fpformacionprofesional.com/pro-VALENCIA/ . Realmente el cambio ha sido grande